La alimentación está estrechamente relacionada con las emociones y muchos desajustes alimenticios son el reflejo de cómo está nuestro mundo interno. Los problemas con la alimentación están estrechamente vinculados a nuestro mundo emocional. Comer, en muchas ocasiones, es una manera de expresar sentimientos que no pueden ser dichos o emociones que no pueden ser reconocidas. Esta realidad, que en casos extremos puede derivar a largo plazo en enfermedades como la anorexia o la bulimia, no sólo es cosa de mayores. Muchos niños utilizan la comida como escape emocional por eso es importante que los adultos no usemos la comida como consuelo, recompensa, ni castigo. Utilizar la comida para premiar o consolar hará que los niños aprendan a utilizarla cuando se sientan tristes, infelices, enfadados, etc.
Se dice que el intestino es nuestro segundo celebro ya que muchas veces el origen de nuestra alimentación es emocional o, del mismo modo, nuestra alimentación puede condicionar nuestro estado anímico. Asociamos la comida a estados. Con la boca nos relajamos o nos activamos, pero es importante controlar la alimentación emocional, pues no siempre podemos comer cuando estamos cansados, enfadados, tristes, alegres, etc. No todo se soluciona comiendo. Calmar esos estados con la comida es una tapadera para no querer aceptar la realidad.
La popular expresión ‘comemos por placer’ resume perfectamente lo que intentamos explicar en esta Fruthor noticia. La comida no sólo tiene una función nutritiva; el propio acto de comer es placentero o desestresante. Por eso, cuando nos sentimos agobiados, estresados o cansados, vamos en busca de comida. Como dato, el hecho de dormir poco está relacionado con la obesidad, pues la falta de sueño genera estrés y el organismo crea hormonas que elevan los deseos de ingerir alimentos.
El cansancio o el estrés no es el único estado que altera nuestros hábitos alimentarios. Cuando estamos ansiosos o tenemos un problema, encontramos bienestar en la comida. Hay alimentos (chocolate, plátano o nueces) que incluyen en su composición triptófato, un aminoácido que estimula la liberación de serotonina y que tendemos a consumir cuando estamos intranquilos porque nos relaja.
Es importante que los niños no asocien la comida a una solución a sus ‘problemas’. La alimentación emocional debe ser controlada desde pequeños. Además, está comprobado que cuando comemos para calmar un estado emocional que no nos gusta, elegimos casi siempre alimentos grasos. Esto es así porque nuestros antepasados para tranquilizarse ante situaciones estresantes provocadas por tiempos largos sin comer y en actividad, escogían alimentos que concentraban mucha energía como las grasas. Por esta razón, nuestro cerebro ha asociado una disminución del estrés a los alimentos con alto contenido calórico. Cuando estamos cansados nos sacia mucho más un pastel que una manzana. Otro ejemplo de que las emociones afectan a nuestra dieta es el hecho de que cuando estamos tristes se nos cierra el estómago o, cuando estamos nerviosos, la comida nos sienta mal.
La dieta afecta a nuestra emociones El otro lado de la moneda nos demuestra que llevar una dieta saludable nos puede ayudar a sentirnos bien. En el intestino existen terminales nerviosas que envían información al cerebro y, por lo tanto, llevar una dieta saludable nos ayuda a tener un mayor control sobre nuestras emociones. Una dieta rica en fruta y hortalizas ayuda a mimar nuestro aparato digestivo.
Causas e indicios del estado emocional
Las principales causas que provocan que los niños coman por escape emocional son las siguientes: enfado, aburrimiento, cambio, confusión, frustración, soledad, pérdida, resentimieto y estrés. La euforia, en un estado de no control, también puede llevar a un consumo desmesurado o poco saludable de alimentos.
Los síntomas que nos pueden ayudar a tomar conciencia de que llevamos una alimentación por escape emocional o que nuestros hijos comen para calmar estados emocionales se resumen en los siguientes puntos.
Hablar con el niño es el primer paso
Si observas indicios de que tu hijo come por escape emocional, habla con él o con ella sobre lo que le inquieta. Manténgase positivo y no le recrimine nada. Escuche a su hijo y enfoque la situación a nuevas soluciones. Anime también a su hijo a hablar sobre su estado anímico y a que exprese qué es lo que siente y cuáles son las causas del enfado, de la soledad o de la tristeza que esté sintiendo el niño.
Comer por escape emocional puede ser aprendido, así que su influencia como padre o encargado es clave para la prevención. Asegúrese de modelar hábitos saludables de alimentación y, como comentábamos al principio de esta Fruthor noticia, evite el uso de alimentos para celebrar ocasiones o recompensar a su hijo por una buena conducta. En lugar de eso, celébrelo realizando una actividad en familia.
El gusto por la comida se desarrolla con el tiempo, por lo que no hay que obligarles, y muchas veces resulta difícil distinguir si no les gusta un alimento o su rechazo está provocado por un cambio de humor. Nunca hay que ceder a darles sólo aquello que les gusta porque no sería saludable. También como padres hay que tener cierta flexibilidad y dejarles escoger algunas veces lo que quieren comer.